El 80% de las personas ha sufrido algún malestar digestivo, crónico o transitorio, y más del 60% de las veces se trata de tránsito lento (Fuente: WGO). El tránsito lento es un problema que debe tomarse en serio porque la acumulación de materia fecal en el intestino puede producir toxinas muy peligrosas que dañen la microbiota y las mucosas intestinales. Sin embargo, cada vez es más común que para tratarlo los médicos expidan recetas de laxantes o que los mismos pacientes se auto mediquen sin reparar en las consecuencias.
Los laxantes pueden ser estimulantes, osmóticos, formadores de bolos o salinos; cada uno actúa de forma distinta para provocar la deposición: estimulando el movimiento peristáltico, aglutinando los desechos o lubricando el intestino. Lo único que todos tienen en común es que provocan retención de líquidos e interfieren con la absorción de nutrimentos.
Los laxantes no están diseñados para un uso prolongado ni para todos los casos de tránsito lento, pero tal parece que la mayoría de las personas los consideran inofensivos y, además, en lugar de prevenir el estreñimiento se han resignado a remediarlo arriesgando su organismo a alguna de las siguientes consecuencias del uso de laxantes:
La salud digestiva y el correcto tránsito intestinal se pueden alcanzar con buenos hábitos, ejercicio, hidratación y una alimentación balanceada. No hay necesidad de comprometer nuestra salud utilizando laxantes.