Es un hecho que la alimentación es una de las principales bases para la salud y no sólo en lo que a salud física se refiere, pues algunas investigaciones indican que lo que comes también está muy relacionado con el bienestar emocional y mental.
Tradicionalmente, las condiciones de salud mental se han tratado por medio de terapias psiquiátricas y psicológicas, además de medicación, en algunos casos. Pero ahora existe un nuevo enfoque, llamado psiquiatría nutricional, que se basa en la idea de que la dieta y la nutrición afectan la forma en que las personas se sienten mentalmente; porlo tanto, su objetivo es apoyar el tratamiento de las condiciones de salud mental con cambios en la dieta y el estilo de vida.
Una de las razones por las que los alimentos que se consumen afectan al cerebro –y por ende a la mente y las emociones– es que el sistema gastrointestinal, o lo que se conoce más comúnmente como "el intestino", está muy conectado con el cerebro, tanto así, que se le llama también como “el segundo cerebro”, debido a que alberga una amplia red neuronal que se comunica directamente con el cerebro.
El intestino alberga billones de microbios vivos que tienen muchas funciones en el cuerpo, como sintetizar neurotransmisores que envían mensajes químicos al cerebro para regular el sueño, el dolor, el apetito, el estado de ánimo y las emociones.
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Con base en esto, la investigación sugiere que los alimentos influyen en la salud de las colonias de microbios intestinales, lo que posteriormente influye en el cerebro y, por lo tanto, en la salud mental y emocional.
Existe alguna evidencia de que ciertos patrones dietéticos pueden ayudar a reducir los síntomas de depresión, ansiedad y estado de ánimo en general. Y aunque lo más importante es consultar a un profesional de la salud mental para tratar estos problemas, realizar ciertos cambios en los hábitos alimenticios puede ser un complemento para el tratamiento médico o psicológico, y podría ayudar a tener una mejoría más notable en menos tiempo.
En los últimos años, múltiples estudios han observado vínculos entre los patrones dietéticos, la salud intestinal y el riesgo de depresión. Una dieta rica en frutas, verduras, granos integrales y legumbres, y al mismo tiempo baja en carnes rojas y procesadas, se ha relacionado con una reducción en las probabilidades de padecer síntomas depresivos.
Por ello se recomienda seguir una dieta similar a la mediterránea para apoyar la salud intestinal y reducir el riesgo de depresión. Para llevar una dieta mediterránea, es necesario aumentar el consumo de frutas, verduras, pescado, nueces, legumbres, aceite de oliva y productos lácteos.
Por otro lado, en la dieta mediterránea se debe evitar o limitar el consumo de comida frita, carnes procesadas, productos horneados y bebidas azucaradas.
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Hay algunos alimentos y sustancias que pueden incrementar los síntomas de ansiedad, como alcohol, cafeína y azúcares añadidos. Además, la investigación ha observado una relación entre la ansiedad y un alto consumo de grasas saturadas, un bajo consumo de frutas y una mala calidad de la dieta en general.
Si la ansiedad y el estrés forman parte de tus días, es recomendable reducir el consumo de alcohol, cafeína y azúcares añadidos, además de aumentar la ingesta de alimentos que ayudan a reducir la inflamación y el estrés en todo el cuerpo, como frutas y verduras ricas en fibra, grasas no saturadas y probióticos.
Para mejorar tu estado de ánimo, una de las mejores cosas que puedes hacer en lo que a alimentación se refiere es comer una dieta balanceada, que contenga una variedad de nutrientes que promuevan la salud.
Por ejemplo, en algunos estudios se ha encontrado que comer más frutas y verduras está relacionado con menos preocupaciones, menos tensión y una mayor satisfacción con la vida. Así que procura tener una alimentación saludable y variada, basada en ingredientes naturales y evita en lo posible las comidas procesadas.
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Estos son algunos de los nutrientes más notablemente relacionados con la salud mental, así como algunos alimentos en los que se encuentran:
- Ácidos grasos omega-3: nueces, chía y semillas de lino, salmón, arenque, sardinas.
- Folato: hígado de res, arroz, cereales fortificados, frijoles caritas, espinacas, espárragos, coles de Bruselas.
- Hierro: ostras, hígado de res, cereales fortificados, espinacas, chocolate negro, frijoles blancos, lentejas, tofu.
- Magnesio: espinacas, semillas de calabaza y chía, leche de soya, frijoles negros, almendras, anacardos, maní.
- Zinc: ostras, pollo, chuletas de cerdo, carne asada, cangrejo real de Alaska, langosta, semillas de calabaza.
- Vitaminas del complejo B: pechuga de pollo, hígado de res, almejas, atún, salmón, garbanzos, papas, plátanos.
- Vitamina A: hígado de res, arenque, leche de vaca, queso ricotta, batatas, zanahorias, melón.
- Vitamina C: pimientos rojos y verdes, naranja, toronja, limón, guayaba, fresas, brócoli.
- Prebióticos y probióticos: alimentos fermentados (yogur, kéfir, kombucha), ajo, cebolla, puerro, alcachofas, espárragos, manzanas, plátanos, cebada y avena.
Además de la elección adecuada de los alimentos que conforman tu dieta, un aspecto muy importante para el bienestar, especialmente para la salud mental y emocional, es con quiénes compartes la hora de comer. Así que procura darte un tiempo para disfrutar de algunas comidas con familiares y amigos, o con compañeros de trabajo agradables en los días que vas a la oficina.
Compartir comidas entre familiares, amigos y miembros de la comunidad es una de las tradiciones humanas más antiguas y puede ser una forma de alegrar el espíritu cuando se siente decaído.
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