El machismo es el conjunto de actitudes y comportamientos que violentan injustamente la dignidad de la mujer en comparación con el varón. Es una ideología conformada por actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias que fomentan y promueven la creencia de que el hombre es superior a la mujer.
Se construye a través de la polarización de los roles y estereotipos que definen lo masculino en comparación con lo femenino. Su principal característica es la degradación de lo femenino ante lo masculino y se expresa a través de la discriminación y la violencia, en cualquiera de sus tipos y modalidades, en contra de las mujeres.
Sin embargo, aunque se suele pensar que el machismo sólo afecta a las mujeres y algunas minorías, como las pertenecientes a la comunidad LGBTQ+, en muchas ocasiones también afecta a los hombres, al reforzar una idea de la masculinidad que los aleja de la posibilidad de ejercer determinados derechos (como el manejo y la expresión de sus emociones y sentimientos) y los asocia con roles y mandatos que, en muchos casos, limitan sus aspiraciones y desarrollo personal.
La figura masculina se crea desde la infancia, cuando el niño es educado para ser fuerte, contener sus emociones, reprimir sus sentimientos, ser líder y ser proveedor, entre otros atributos que se interpretan como ideales de lo masculino.
Así, la masculinidad tradicional, que ahora se ha llamado también masculinidad tóxica, se define en oposición a lo femenino: los hombres no lloran, deben proteger pero no cuidan de otros y tienen que proveer a la familia, por lo que se les exige ser exitosos y obtener una cantidad considerable de bienes materiales.
La sociedad machista hace que los hombres sientan que deben actuar según el estereotipo y no mostrar vulnerabilidad, y los orienta hacia actitudes y comportamientos asociados con su género que en realidad los limitan y en muchos casos cortan sus aspiraciones, pues se considera que hay cosas que los hombres no deben hacer.
No es frecuente hablar de que los hombres también están atrapados por los estereotipos de género y su vida se ve afectada por ellos. Esto se debe a que para ellos no es fácil pasar de un estatus de privilegio a uno de igualdad, pero cuando logran aceptar y reconocer que el machismo no sólo afecta a las mujeres sino que también causa graves daños a su salud física y emocional, entonces son capaces de tomar conciencia sobre la urgente necesidad de reaprender su manera de ser hombres.
Cuando esto ocurre y empiezan a trabajar en cambiar esa ideología que daña tanto a hombres como a mujeres, la consecuencia natural es un cambio en la situación de ambos géneros y una reducción en la discriminación y la violencia hacia las mujeres.
Así, las siguientes son algunas de las formas en las que el machismo afecta también a los hombres.
Durante su crecimiento, muchos niños han escuchado frases como "los hombres no lloran" o "pareces nena" (cuando muestran vulnerabilidad) y en general se les enseña que siempre deben ser fuertes, que no deben pedir ayuda sino resolver las cosas ellos solos, que expresar sus emociones y demostrar sus sentimientos está mal porque los hace ser débiles.
Así, los hombres crecen bajo la represión de sus emociones y sentimientos, lo cual muchas veces da como resultado que se conviertan en adultos inexpresivos que no se involucran emocionalmente, no saben cómo manejar y descargar los sentimientos negativos ni cómo desenvolverse sin temor ante la sociedad, y en muchos casos, todas esas emociones contenidas explotan en forma de violencia o se canalizan hacia adicciones o comportamientos autodestructivos.
El estereotipo de que los hombres siempre piensan en sexo, siempre están dispuestos a practicarlo y anhelan tener múltiples parejas sexuales limita tanto su sexualidad como su capacidad emotiva.
La realidad es que si bien los hombres disfrutan del sexo como cualquier ser humano, muchas veces pasa que no quieren hacerlo porque no tienen ganas pero les es difícil dar una negativa, porque se piensa que un hombre debería responder sexualmente en todo momento.
Además, el sexo no es lo único en torno a lo que giran sus pensamientos ni mucho menos su existencia, pues poseen un abanico de ideas, perspectivas, anhelos y planes que van mucho más allá de la actividad sexual.
Aunque la habilidad para destacar o no en ciertas actividades o profesiones no tenga nada que ver con el sexo biológico de las personas, todavía existen áreas que se consideran exclusivas para hombres y para mujeres por buena parte de la sociedad, y si alguno osa incursionar en un ámbito pensado para el sexo opuesto es mal visto, juzgado y criticado.
Esta distinción inicia desde la infancia con la división de juguetes para niños y para niñas, que los encamina a lo que se espera de ellos cuando sean adultos: de las niñas, que un día se conviertan en esposas, amas de casa y madres, y de los hombres, que sean fuertes, valientes, arriesgados, rudos y líderes.
Así, muchos hombres que pudieron ser excelentes bailarines, enfermeros, gimnastas, reposteros o cualquier otra actividad considerada mayoritariamente “femenina”, deciden ir por otro camino que encaje con el estereotipo masculino y con lo que se espera de ellos. Esto hace que se conviertan en adultos frustrados, que deben dedicarse a algo que en realidad no es lo que les gusta.
En redes sociales se han compartido diversos experimentos sociales en los que una pareja simula discutir y agredirse verbal y físicamente. Mientras que cuando la agresión recae en la mujer es más común que algunas personas intervengan para defenderla, cuando el agredido es el hombre nadie hace nada.
Por otro lado, en los casos reales en los que un hombre denuncia la violencia verbal, física, psicológica o emocional de parte de su pareja femenina, suele ser objeto de burlas y humillaciones que provienen de la ideología machista.
Así, por temor a ser juzgados y humillados, los hombres que son víctimas de este tipo de agresiones de parte de su pareja prefieren callar por vergüenza. Lo cierto es que la violencia está mal contra quien sea, así que esto es tan grave como el maltrato a una mujer o a los niños.
Los requisitos de la masculinidad tóxica para los hombres, como participar en conductas que implican riesgos, ser sexualmente dominantes, evitar expresar emociones y no buscar ayuda psicológica, pueden reducir hasta en casi 6 años la esperanza de vida de los hombres en Latinoamérica, donde el 25% de ellos no llega a los 50 años.
Esta reducción en la esperanza de vida se debe en parte a que las expectativas sociales de lo masculino contribuyen a tasas más altas de suicidio, homicidio, adicciones y accidentes de tránsito, así como de enfermedades no transmisibles.
Entre las principales causas de muerte entre los hombres en Latinoamérica están las enfermedades cardiacas, la violencia interpersonal y los siniestros viales, todos los cuales están directa o indirectamente relacionados con comportamientos "machistas" construidos socialmente. Los roles, las normas y las prácticas de género impuestos socialmente a los hombres refuerzan la falta de autocuidado y el abandono de su propia salud física y mental.