Probablemente todos, al menos alguna vez, hayan juzgado a otros o incluso a sí mismos. El juicio es algo profundamente arraigado en el ser humano; se juzga por los pensamientos, apariencias y sentimientos, por las decisiones, experiencias, reacciones, acciones, antecedentes y formas de vida.
Constantemente se analiza y critica cada acción, propia y ajena, en función de la perspectiva que cada uno tiene del mundo. Y regularmente esos juicios se realizan con base en preceptos morales y pares de binarios, como el del bien y el mal, que se han arraigado y perpetuado en las diferentes culturas y sociedades a lo largo de la historia.
Aunque todo indica que el juicio es algo omnipresente en la sociedad, eso no quiere decir que no puedas (y debas) hacer nada al respecto para liberarte del círculo vicioso y asi dejar de juzgarte y de juzgar a los demás.
Normalmente, el juicio surge como una reacción al miedo, es un mecanismo de defensa ante lo desconocido, lo diferente, lo incierto, etcétera. Cuando no tienes suficiente información sobre algo o alguien, tu instinto inherente es temerle en lugar de esforzarte en aprender sobre esa persona o situación y sus antecedentes.
Cuando juzgas, no necesariamente es porque tengas malas intenciones per se. Más bien, se debe a que esa aversión a lo desconocido ha sido omnipresente desde que la humanidad existe, pues el miedo es parte de la superviviencia.
Además, las personas suelen actuar con desconfianza ante lo desconocido y lo diferente porque no se les ha enseñado inteligencia emocional ni en la casa ni en la escuela.
El primer paso para dejar de juzgar es hacerlo consciente. Probablemente al leer sobre juicios pienses que tú no lo haces, pero es necesario que tengas un momento de reflexión e introspección para que seas capaz de identificar, reconocer y aceptar las situaciones en que has juzgado o sueles juzgar.
Se necesitará una acción consciente para ir en contra de los instintos de juicio profundamente arraigados. Así, una vez que tengas identificadas las situaciones en las que sueles emitir juicios, el siguiente paso es informarte: evita hacer suposiciones y críticas antes de conocer a la persona o situación.
Así, al conocer lo que antes era desconocido podrás actuar con comprensión, en lugar de hacerlo a partir del miedo y el prejuicio. Es necesario que te acerques a lo desconocido con curiosidad genuina, no con miedo. Debes aprender a sentirte cómodo al preguntarle a la gente sobre su cultura y sus orígenes, para así dejar de perpetuar los prejuicios y las críticas absurdas.
También es importante que dejes de ver el mundo como un conjunto de pares opuestos: bien y mal, luz y oscuridad, correcto e incorrecto, verdad y mentira, etcétera; pues lo que para unos está bien, para otros no lo está; lo que es normal en algunos lugares o culturas puede ser una locura en otros; y, a fin de cuentas, cada persona alberga la luz y la oscuridad, pues nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo.
Además, es importante que aprendas a aceptar y respetar las formas de pensar, vivir, actuar y reaccionar que son distintas a las tuyas, pues cada persona es diferente y las circunstancias en las que cada uno ha crecido, se ha educado y se ha desarrollado son también muy diversas.
Debido a esto, no puedes (nadie puede) controlar cómo son y cómo actúan los demás, sino que cada uno sólo tiene control sobre sus propias acciones, decisiones y reacciones. Así que otro paso en el camino a dejar de juzgar es dejar a un lado la necesidad de tener el control y de pretender que los demás vivan o se comporten como tú lo haces.
Así, con estas recomendaciones, con constancia, tiempo, paciencia, empatía y comprensión, lograrás erradicar el juicio poco a poco de tu vida. Cuando lo consigues, verás cómo empiezas a vivir con más paz y armonía.
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